Ese es rosado. Es bonito; te recuerda a las flores que viste hace años, con tu madre en el campo.
Ese es amarillo. Como el sol cuando se refleja en tu cabello; te gusta como se refleja. ¡Nacen chispitas; qué bonito! ¿Esas son estrellas?
Hay gente a tu alrededor que te está gritando, pero, ¿para qué escuchar? ¡Todo esto es demasiado bonito! No tienes ganas de escuchar; tú lo que quieres es seguir viendo ese torrente de colores.
Mira, allí está el rojo: es como la sangre que sacan de tu cuerpo los matones que te golpean cada mañana, en el colegio. Tienes dieciséis años y ya has experimentado de primera mano eso.
Ahí está el verde; no puedes esperar a que llegue el azul. ¡Es tu color favorito!
El azul llega mezclado con el naranja y el violeta; también hay un tinte de marrón verdoso y tú piensas que es precioso.
Te tiemblan las rodillas; tu mente está en blanco, no puedes pensar en nada más que en esos hermosos colores que hay a tu alrededor. ¡Alguien te está tocando! Los colores se alejan... No, ¡no! ¡No quieres que se vayan! ¡Rápido, métete más, métete más! Allí está el rojo otra vez... ¡Vaya, qué bonito! Ahora viene mezclado con azul y verde... ¡Y ahí está el violeta! No quieres dejar de ver esos colores, no quieres seguir a las voces que te llaman (¿eso es un coche arrancando?) todo lo que quieres es meterte nuevamente esos sabores dulces en la boca y dejarte llevar por ese torrente de colores que nunca verías en el mundo real.
Briar Rose.
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