jueves, 26 de febrero de 2015

Chica de papel

Un tributo a Ciudades de Papel, de John Green.


La niña de papel se movía por la ciudad en una dimensión distinta a la gente de papel. La gente de papel era blanca y fea y le gustaba mucho lastimar a la niña de papel. La niña de papel escribía cuentos hermosos para escapar de la crueldad del mundo, y la niña de papel lloraba cada noche, y la niña de papel se sorprendía a sí misma cantando a la madrugada en un día de escuela.

La niña de papel mira a la gente de papel haciendo sus diversiones de papel y comiendo comida de papel. Un día empieza a escribir un cuento sobre una niña de papel, débil y plegable. El universo es tan bonito y tan grande que la niña de papel llora y piensa en lo hermoso que es. Piensa que quiere unirse a él y que también quiere sentirse infinita. Piensa en lo bonita que es la vida, y la muerte, y la esperanza y el mundo y el papel de colores de la ciudad.

La niña de papel tiene puntitos en las mejillas, y el pelo está hecho de papel amarillento, y tiene pegados dos papelitos verdes en forma de hojas. La niña de papel se llamaba Rocío, y era sin saber un delgado pétalo de una flor de invierno.

Un día la niña de papel descubrió que no era una niña de papel, como todos los demás, sino una flor. Y por eso, cuando llegó el otoño, subió a lo más alto de una azotea, extendió los brazos, que se volvieron hojas, y se lanzó al aire, llevándosela la brisa.