martes, 3 de marzo de 2015

Vuelie

Nada que ver con Frozen, lo advierto (?)

La siguiente noche que Luna se encierra en el cuarto, éste está bañado en agua, y hay personas moviéndose y danzando alrededor del agua. Y ella juega y el agua se escurre entre sus dedos, y ella siente de pronto que se ahoga, y grita y grita esperando que sus padres lleguen a salvarla mientras los danzantes la miran burlones y sus carcajadas resuenan en la distancia.

Se está ahogando, se ahoga y nadie va a salvarla.

/.../

Las estrellas se pierden en medio de la noche, y es como si el cielo hubiera perdido su brillo. Luna tantea en el aire, pero no ve nada. La oscuridad la abruma y ella danza en medio de ella como si fueran una sola persona. Tantea en la oscuridad y escucha una voz lejana, como un regalo perdido en la distancia.

Se fue la luz...

¿Dónde está la luz, mamá?

/.../

Su mamá la saluda al otro lado del cristal y Luna no puede dejar de gritar. No, ya basta, ya. Le duele. Siente que le falta el aliento, se está ahogando otra vez, y escucha carcajadas distantes.

¡Mamá, ayuda, ayuda!

Pero su mamá no la ayuda, sino que mira, y solo mira, con sus ojos enormes y abiertos.

¡Mamita!

Pero no la escucha. Y Luna deja de creer en su madre, y en todos, porque nadie la escucha. Pero hay una persona que si la escucha, y se llama Pet. Y es un niño con cabello naranja y piel verde que la está esperando al otro lado del portón de hierro.

/.../

Las niñas parlotean, pero Luna no las escucha. Ella simplemente escucha, asiente y escucha. No necesita más. Y esconde las cicatrices porque nadie le hace caso. Quiere volver a casa y encerrarse, quiere sentirse segura. Pero aquí ya no hay nada. Cuando vuelve lo ha perdido todo, y sus padres la mandan con unos señores altos a una habitación blanca y sombría.

/.../

Luna grita todas las noches desde entonces para que sus padres vengan a recogerla. Pero no, no están allí. Hay un pájaro hermoso y grande que surca el aire, recortándolo. Luna lo mira y silba. El pájaro canta y ella decide llamarlo Pet.

/.../

Nadie ha ido a visitarla excepto su tía. Su tía murió hace tiempo, pero se toma la molestia de regresar de la muerte para ir a visitarla. Es bonito... Es tan bonito... ¡Está nevando! ¡Su tía ha hecho que nieve! ¡Es precioso!

Es precioso y Luna quiere llorar porque ella no merece nada precioso. Y ella flota en el aire, y le caen copos de nieve en la cara y su tía hace coronas con ellos.

Está bien, está segura. Está viva y hace angelitos de nieve con su tía en el suelo tapizado de nieve.

/.../

¡Ese señor parece conocerla bien! Sino fuera así, ¿entonces por qué esa persona de papel y tinta se parece tanto a ella? Luna lee y relee las páginas y piensa que no hay nada mejor que pasarlas y sentir la sensación entre los dedos.

La han movido de la habitación blanca y hay tres niñas que comparten dormitorio con ella. Se llaman Lilí, Sol y Ellie.

Hay manchitas en su nuevo cuarto, allí, en las paredes. Luna las recorre con la mirada y ve reinos secretos, tumbas prematuras, jóvenes saltando ante las hogueras del solsticio de verano. Ve muñecos de nieve y rostros sonrientes. Allí son felices, eternos y congelados en su perfección. Luna quiere formar parte de ellos. Por eso se estampa contra la pared, porque cree que así logrará atravesarla y llegar al otro lado. Pero no lo consigue, y unos hombres vestidos de blanco la arrastran de nuevo a la habitación blanca y asignan a una niña llamada Bibi a su habitación.

/.../

No hay ventanas en la nueva habitación de Luna. Tampoco hay donde hacer sus "necesidades", como las llaman los médicos. Pero Luna piensa que es raro, porque nadie debería avergonzarse de algo que hacen todos. No lo entiende. ¿Tan difícil es decir la palabra "caca"?

Luna traza dibujos con sus dedos, pinta con el aire y piensa que es de colores. Luna ríe. Las paredes callan. La oscuridad le susurra palabras secretas y Luna piensa que es hermoso, que ella es hermosa, y que todo el mundo debería ser feliz siendo él mismo sin que nadie le reclame nada.

Le gusta el color de su sangre, y por eso muerde su dedo hasta que éste sangra. Y luego la curan y la regañan muy fuerte, pero a Luna no le importa. No entiende porque la gente no puede ser. Piensa que, si todo el mundo pensara más y fuera más él, todos serían felices.

¡Ah, una mariposa negra! Luna la sigue, porque quiere volar como ella. Se pregunta qué se sentirá volar.

/.../

La última vez que ven a Luna, ella se encuentra de pie en una ventana grande y cuadrada, jugando con una mariposa. ¡Qué bonita es! Las mariposas sí que son felices; vuelan y son libres, sin nadie que les reclame nada...

Luna decide que ella también quiere ser una mariposa, así que extiende sus alas, y las agita. Sus pies empiezan a elevarse y luego se lanza. Y ella sigue volando al lado de mil mariposas de plata, mientras, en su casa, el mundo viste de blanco y las niñas sueñan con volar al otro lado de las ventanas.